Reino de Sueños
Ônero
Capítulo 2
Estaban esperando
a su anfitrión, sentados a la mesa en un pequeño salón, iluminados por las
antorchas que destacaban como única decoración de la estancia.
Una puerta
se abrió y de ella surgió Faerom, quien luego de realizar una reverencia, se ubicó
en uno de los extremos de la mesa.
—He pedido
a los sirvientes que se ocupen de preparar una cena acorde a tan importantes
invitados y espero sea de su agrado —depositó sobre la tabla una campanilla de
bronce—. Deben recuperar fuerzas, ya que su viaje ha de haber sido muy
agotador. Supongo que tendrán muchas preguntas y nada me complacería más que
evacuar sus dudas e inquietudes.
—¿Dónde estamos?
—Quiso saber Javier.
—En mi
humilde morada.
—Eso está
claro, pero ¿qué lugar tan extraño es este? —Repreguntó Javier—. Esto no es la Tierra, ¿verdad?
—¿La Tierra? —Una sonrisa se
dibujó en el rostro de Faerom—. No, ya no están en su mundo. Esto es Ônero, un
mundo que existe en una realidad paralela a la que ustedes conocen.
Los jóvenes
se miraron entre si desconcertados.
—¿Y cómo es
que llegamos aquí? —en ésta ocasión fue Bruce quien formuló la pregunta.
—Porque yo
les he invocado —levantó su mano derecha evitando que alguno de los jóvenes
aventurara una interrogante—. Traerlos a este mundo no ha sido fácil. Fue muy
agotador, debo admitir. Sólo podía invocar a uno de ustedes cada tres días y
para evitarles la angustia que pudiera causarles despertar en tierras extrañas y
desoladoras, realicé un conjuro para mantenerlos dormidos hasta que estuviesen los
tres juntos.
—Así que
uno de nosotros durmió por seis días, ¿no? —la risa de Javier fue breve pero
tenía cierto regusto a sarcasmo—. No quisiera saber quien fue, pero si me
gustaría que nos explicara porque nos ha mantenido cautivos en una burbuja, si
bien podríamos haber esperado en un sitio más cómodo la llegada de los demás.
—Comprendo
que la burbuja no haya sido un lugar agradable donde esperar —Faerom cerró sus
ojos, suspiró y permaneció en silencio unos segundos—. Les pido me perdonen por
mis errores, pero como dije anteriormente, transportarlos a este mundo ha
resultado extenuante. Mi juventud se ha marchitado mucho tiempo atrás. He visto
ya más de cien ciclos solares —pese a su afirmación, Faerom no aparentaba más
de cuarenta años—, y ya no poseo el vigor de aquellos tiempos. Con cada uno de
ustedes que llegaba a Ônero, mis fuerzas me abandonaban y perdía el
conocimiento al igual que ustedes. Sin embargo mis sueños no han sido tan
placenteros como los suyos, sino todo lo contrario, he vivido una pesadilla:
visiones del futuro, aterradoras visiones del futuro —su voz estuvo apunto de
quebrarse, pero se esforzó por evitarlo. Su semblante había cambiado
completamente, su sonrisa desapareció y ahora reflejaba preocupación en su
rostro y miedo en los ojos.
—¿Se
encuentra usted bien? —preguntó Vicky con ternura, preocupada por su anfitrión.
—Descuida,
niña —le respondió Faerom, quien volvía sonreír, aunque sólo fuese para aparcar
los temores de la joven—. Las visiones de ese futuro se convertirán en
recuerdos que me acompañarán de por vida. No obstante, el futuro es incierto y
no ha sido escrito aún. Ustedes tienen el poder para cambiar lo que ha de
ocurrir. Pero no quisiera desviar mis palabras de la respuesta que esperan oír,
si me permiten continuar, he de explicarles el porqué de la burbuja en el
desierto.
—Continúe,
por favor —lo animó Vicky.
—Con gusto
—el hombre asintió antes proseguir su explicación—. Mientras yo permaneciera
inconsciente me sería imposible protegerles, por lo cual les transporté a una
zona deshabitada, donde su presencia pasaría desapercibida. Si el enemigo
ignora que han llegado podremos asestarle un duro golpe por sorpresa, antes que
tengan tiempo de reaccionar. La burbuja mágica sólo ha sido una medida extra de
seguridad, sus vidas son muy valiosas. Más de lo que puedan imaginar. Mientras
permanecieran en ella, nada, ni nadie podría hacerles daño.
—Así que
nos ha encerrado por nuestro propio bien —la voz de Bruce no transmitía ningún
tipo de emoción—. Ahora sé lo que sienten los animales del zoológico.
Todos
rieron, excepto Bruce.
—¿Por qué
soy el único que ha transportado a este mundo estando aún despierto? —el
muchacho inclino levemente su cabeza y se frotó la frente con los dedos—,
aunque mi memoria parece afectada, el “viaje” lo recuerdo con claridad. Al
menos hasta alcanzar la luz.
Faerom contemplaba
a Bruce en silencio, solemne y con ojos curiosos.
—Ignoro por
completo lo que has visto. Es probable que tus recuerdos se vean afectados por
el repentino cambio de realidad al que tu mente ha sido expuesta. Te pido
disculpas por ello. Pero si he tenido que transporte estando tú aún consciente,
es porque el tiempo apremia.
—Bien, eso
explica la burbuja —Bruce se encogió de hombros—. Pero, ¿por qué nos ha
transportado a este lugar?
Antes de
responder, Faerom se tomó un breve momento para mirar a los ojos a sus
invitados.
—Ustedes son
Los Elegidos, aquellos de los cuales habla la antigua profecía. Aquellos que salvarán
a Ônero, evitando se sumerja en la más fría oscuridad. Corren tiempos aciagos y
las nubes de tormenta presagian el comienzo de una nueva guerra. Las fuerzas
del mal se están reuniendo y organizando. Aguardan ansiosas el retorno de su
amo, quien los guiará a la victoria, dejando a su paso muerte y destrucción.
—¿Cuál
profecía?
—Así como me
ven, tiempo atrás serví como Sabio Maestro —las palabras del hombre se llenaron
de melancolía—. En este mundo los Sabios Maestros tienen como función adquirir y
difundir el conocimiento, abarcando diversas áreas, como: la escritura, los
números, la historia, la religión, la alquimia y la magia. En cierto modo,
servimos como consejeros a los gobernantes y como pastores que guían al rebaño
por el camino de la fe.
En la ciudad de Zoph, capital de Romilia, se encuentra la Sagrada Sede, nuestro templo
del saber. Fue en sus bibliotecas donde hallé un antiguo pergamino escrito por
Morsuf, un Sabio Maestro que participó en La Guerra del Destino y resulto de vital importancia
para derrotar a Efiàl, el Príncipe de la Oscuridad.
>>Lamentablemente
el mal no puede ser derrotado tan fácilmente. Efiàl no ha muerto
definitivamente, sólo se encuentra dormido. El pergamino de Morsuf dice que,
tras ser derrotado, el espíritu de Efiàl fue sellado en tres recipientes
sagrados y de ser liberado nuevamente, El Príncipe de la Oscuridad, recuperaría
el poder que otrora supo tener y convocaría a sus huestes para terminar aquello
que no pudo lograr entonces: cubrir el mundo entero de oscuridad y gobernar
como el único dios.
—Usted dice
que hay tres sellos y nosotros somos tres —interrumpió Javier—. ¿Qué relación
hay?
—Eres
observador, mi buen joven —Faerom le dedicó una cálida sonrisa—. Ustedes son los
guardianes de los Sellos Sagrados. El poder mágico que encarcela a Efiàl se
está debilitando. Su misión es evitar que los sellos se rompan y Efiàl retorne
de su prisión eterna. Para ello, deberán hallar los recipientes sagrados y
realizar el antiguo ritual que les devuelva a los mismos su poder.
—Eso es un
tanto confuso —intervino Vicky —. Si en verdad nosotros somos tales guardianes,
¿Por qué pertenecemos a otro mundo?
—Lo que
ella pregunta es lógico —añadió
Bruce—. Nadie puede cuidar aquello de lo cual, incluso,
ignora su existencia.
—Por como
lo plantean, sí, es complicado de entender —contestó el Sabio—. Sin embargo, si
alguien de este mundo tuviera tal responsabilidad, cedería ante la tentación y
rompería los sellos. Al estar los guardianes en otra dimensión, permanecen
fuera del alcance de los Hijos de la Oscuridad, por lo cual los sellos jamás podrían
abrirse.
—Pero usted
nos trajo a su tierra —la expresión en el rostro de Javier acusaba su
desconcierto—. ¿Eso no atenta contra la seguridad de los sellos? Si nosotros
somos las llaves de una puerta que nunca debe abrirse, ¿por qué tenernos aquí?
—Como dije
anteriormente, el encantamiento mágico de los recipientes se está debilitando.
Sólo ustedes poseen en sus almas el conocimiento necesario para fortalecer los
sellos.
—¿Cómo
podemos poseer tal conocimiento si hasta este instante hemos oído de el?
—La
respuesta se encuentra en su interior. Para comprenderlo, deberán superar unas
pruebas y demostrar que son dignos guardianes. Yo confío en ustedes. Sé que lo
conseguirán.
—¿Qué tipo
de pruebas? —sintió curiosidad Vicky.
—Las que
los dioses consideren oportunas, de acuerdo a lo que se halle en sus corazones.
—¿Quién en
Ônero sabe que los sellos se debilitan? —Bruce mantenía su semblante solemne y
la voz fría desde que se encontraron con Faerom en el bosque, como si su mera
presencia le incomodase—. Si tal evento estuviese ocurriendo, no deberían sus
cofrades notarlo también y prepararse para ello. Seguramente deben estar
esperándonos.
—Tristemente,
no es así —el Sabio volvió a cerrar sus ojos y a suspirar—. La Profecía advierte que,
cuando el mal cubra los corazones de los hombres, incluso aquellos que buscan
la luz dejaran de ver. Sólo quien ignore el falso brillo terrenal hallará la
verdad. Comprendí que mis hermanos se habían desviado del camino y busque un
refugio donde poder alcanzar la iluminación. Así llegué a este bello oasis. Antes
de abandonar la Sagrada Sede,
les enseñé el pergamino de Morsuf a los Sabios Mayores, y a todos aquellos que
pudieran entender; pero no quisieron escucharme. Me temo que no quede nadie en
el Templo Sagrado que conserve un corazón capaz de ver la verdad e interpretar las
señales.
—¿Cuáles
señales? —preguntó automáticamente Javier.
—“Cuando la
oscuridad cubra los corazones de hombres y mujeres. Cuando los Sabios se
desvíen del camino de la verdad. Cuando la llama de los Sellos Sagrados se apague.
La tierra se teñirá de sangre y sobre ella la noche su templo edificará. Será
el tiempo del terror. Efiàl despertará, la oscuridad cabalgará con él y sus
hijos le seguirán. Luz y Oscuridad se enfrentarán. La Guerra del Destino volverá
a librarse. Sólo quien vea la luz
hallará a Los Elegidos que guiarán a Ônero a una nueva era”.Esas fueron las
palabras escritas por Morsuf en su pergamino —explicó Faerom.
—“La tierra
se teñirá de sangre y sobre ella la noche su templo edificará” —repitió Javier—.
Al romperse la burbuja de cristal, vimos un monte rojo, sobre el cual se ciñen
unas imponentes nubes de tormenta, ¿la profecía se refiere a eso?
—Ese lugar
me produce escalofríos —añadió Vicky—. De alguna forma genera un miedo
irracional como jamás he sentido.
—En efecto,
mi niña. Es natural que sientas temor. Es el Monte Rojo, sobre él se halla la
tumba de Efiàl. Es el antiguo valle de Balzar`ac. Allí se libró La Guerra del Destino hace
setecientos años. Millones de vidas se perdieron. Cuando todo hubo acabado, un
mar de sangre cubría el terreno. La Oscuridad reclamó las tierras para sí, y el monte
se irguió donde Efiàl halló su fin. La sangre que le da color no se limpiará
hasta que la maldad que duerme allí sea destruida definitivamente. Las nubes de
tormenta, son relativamente nuevas, aparecieron hace unos tres años. Creo que
ya he respondido las interrogantes de mayor importancia.
Faerom tomó
la campanilla de bronce que había dejado sobre la mesa, la sacudió con
delicadeza y cuatro sirvientas ingresaron en la habitación. Por cada comensal
dejaron un plato de estofado de cordero, una hogaza de pan, un juego de
cubiertos y una copa; luego en medio de la mesa ubicaron una fuente con frutas.
Las criadas
salieron del salón y Javier las siguió atentamente con la mirada y una amplia
brillando sonrisa en su rostro. Momentos después regresaron y se dirigieron
cada una de ellas a un rincón diferente de la pequeña estancia, llevando
consigo una frasca de distinto contenido: agua, jugo de frutas, vino dulce y
cerveza oscura.
Faerom se
puso en pie, extendió los brazos y carraspeó para aclararse la voz.
—Hoy mi
humilde hogar será su castillo. Mañana Ônero les rendirá homenaje —tomó su copa
y la moza con la frasca de cerveza se acercó para llenársela—. Brindemos por la
nueva era —los jóvenes alzaron sus copas, cada uno bebía algo diferente—.
Disfruten del banquete, mis amigos. Recuperen sus fuerzas, porque mañana su
viaje comenzará.
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