domingo, 6 de enero de 2013

Ônero - Reino de Sueños - Capítulo 4


Ônero
Capítulo 4





            Se encontraban prisioneros en una celda de los pisos superiores del Palacio de Gobierno. No era cómoda, pero sin dudas era más agradable que estar cautivos en las mazmorras del subsuelo.
            Genárab caminaba sin cesar, dando vueltas, yendo y viniendo por la habitación. Lanay se agazapó en un rincón abrazándose las piernas. Mientras que Maister se recostó, despreocupado, sobre un camastro.
            Oyeron el chirrido de las bisagras de esa vieja puerta al final del pasillo y automáticamente comprendieron que una nueva de preguntas iba a comenzar.
            Un hombre vestido con una túnica color azul claro y ribetes verde esmeralda en las mangas llegó escoltado por cuatro guardias.
            —Esperen afuera —ordenó el Sabio a sus acompañantes, mientras sacaba de uno de sus bolsillos un manojo de llaves para ingresar a la celda.
            —¿Está seguro, su Lumbrera?
            —Descuide, capitán. Estos jóvenes no representan ningún peligro.
            Luego de tranquilizar a los centinelas, el religioso cerró la puerta y se sentó en una banqueta frente a los cautivos, que lo observaban con curiosidad; hasta ahora, todos los interrogatorios habían sido hechos en forma individual y en una habitación diferente.
            —Soy Sean Brightman, Sabio Asistente de Su Lumbrera el sabio maestro Murer —se presentó sonriente—. El día de hoy, seré yo quien se ocupe de continuar la investigación en torno a sus identidades. Confió en que cooperarán y me ayudarán a encontrar la verdad. De lo contrario, me temo que las próximas preguntas se las formulará alguien menos simpático que yo y en una sala mucho menos agradable.
            —¿Piensan torturarnos? —los ojos de Lanay se abrieron de par a par al pensar en esa posibilidad.
            —El sabio maestro Murer insiste en que esa es la única forma de hacerlos confesar la verdad.
            —¿De que verdad habla? —Genárab escupió las palabras con ira—. Ya contamos nuestra historia. ¡Y todo lo que dijimos era verdad!
            —Puede que tengan razón —Brightman se cruzó de brazos—. Pero hay ciertos puntos en su historia que no concuerdan.
            —¿Cuáles puntos? —Maister continuaba recostado en el camastro, sólo había abierto los ojos momentáneamente al oír que los barrotes de acceso a la celda se abrían.
            —Bien… umm… —Brightman se apoyó un dedo sobre la sien, intentando recordar—. ¿Quieren que se los marque en la secuencia de sus relatos?
            —Por favor —pidió Genárab—. Eso nos ayudaría a entender a nosotros también.
            —Está bien, así será entonces —el Sabio Asistente entrecruzó los dedos apoyando sus manos sobre su regazo—. En primer lugar, la forma en que dicen haber llegado a este mundo es imposible.
            —¿Por qué? —preguntó Lanay.
            —Porque insisten en haber sido traídos por la invocación de un mago. Sin embargo, aunque numerosa es la cantidad de gente que ha aparecido repentinamente en este mundo a lo largo de la historia, el cómo llegan sigue siendo un misterio. Ônero es una tierra mágica que está interrelacionada con otras dimensiones, eso lo sabemos; pero también somos conscientes que la puerta de acceso es unidireccional, no existe nadie capaz de transportar nada, ni a nadie, desde el exterior hacia ésta realidad.
            —Entonces, ¿cómo explica el que estemos en este mundo? —inquirió Genárab, quien se había sentado a los pies de otra de las camas.
            —Como dije, muchas personas llegan  Ônero, por lo general, al perder el conocimiento —Brihtman se encogió de hombros—. Es probable que quien los encontró simplemente les hubiese jugado alguna broma poco feliz y de mal gusto.
            —¿Dice usted que Faerom nos mintió? —Lanay parecía sorprendida—. Parecía un hombre tan atento y veraz.
            —He ahí el segundo punto —remarcó el interrogador, rascándose la nariz—. El sabio maestro mayor Faerom, lleva más de cincuenta ciclos muerto. Cincuenta y siete para ser exacto.
            El desconcierto en los rostros de los jóvenes era evidente. Incluso Maister, que hasta ese momento permanecía recostado, se levantó repentinamente y se reubicó sentándose en ella.
            —¿Insinúa que un muerto nos trajo a este mundo?
            —Desde un comienzo les dije que su versión era imposible de aceptar —Brightman no disimulaba su sonrisa de satisfacción, disfrutaba mucho las expresiones en los rostros de sus ingenuos interrogados—. Lo más llamativo es que, el hombre que mencionan, vestía una túnica púrpura con ribetes dorados en las mangas. Mortaja tradicional de los Sabios Mayores cuando se les da santa sepultura. Siendo ustedes de otro mundo, no deberían conocer tal detalle. Por eso creo que son victimas de una mala broma.
            —¿Qué hay respecto a la profecía? —preguntó Genárab, acongojado—. ¿Somos la reencarnación de los antiguos Guardianes Legendarios, verdad?
            —Nos bautizaron con sus nombres —añadió Lanay.
            —Ah, sí, la profecía. Cierto, cierto —Brightman se tapó la boca con su mano izquierda, queriendo contener sus ganas de reír. No pudo evitarlo—. ¡Ja, ja, ja! Eso es lo más gracioso de todo lo que han dicho —inhaló profundamente para resistir la tentación y recuperar la compostura, a continuación carraspeo para aclararse la voz—. Verán, la verdad es que… no existe tal profecía. Jamás hubo Guardianes Legendarios, ni nada parecido. Efiàl fue derrotado gracias a la Coalición Solar, la unión formada por todos los pueblos libres de Ônero que se oponían al terrible hechicero y su ejército de entes oscuros. Aquella guerra fue llamada la Guerra del Destino, porque de haber obtenido la victoria, Efiàl hubiese cubierto la tierra de sombras ganando terreno para sus huestes demoníacas.
            —¿Hechicero? —Lanay estaba tan confundida como el resto de sus compañeros—. Creíamos que Efiàl era el Príncipe de la Oscuridad.
            —No, no lo era. Efiàl fue un mago muy talentoso. Su sed de conocimientos lo llevó a investigar antiguos artes prohibidos. El camino que transitó en su busqueda es un misterio. Lo único que sabemos al respecto, es que poco a poco fue sumergiéndose en la oscuridad, hasta que ésta finalmente lo engulló y escupió como un ser completamente diferente al que era. Hizo un pacto con Vraknar, el auténtico Príncipe de la Oscuridad. A cambio de poder, él sembraría el mundo con sombras y demonios para que la noche sea eterna y Vraknar pudiese gobernar sin la oposición de aquellos que adoramos y servimos a la Luz —explicó el Sabio—. Y antes que pregunten, puedo anticiparme y asegurarles que Efiàl no regresará. Una vez derrotado, su cuerpo fue arrojado al cráter de un volcán. Jamás se mencionó el lugar exacto, para que nadie pueda hallarlo, si es que algún día alguien tan estúpido para querer revivirlo encuentra  la manera de hacerlo. Manera que por cierto, nadie, si quiera en los círculos más elevados de conocimiento del Templo Sagrado conoce.
            —¿Cómo se relaciona todo esto con nosotros, entonces? —preguntó Genárab.
            —Eso es lo que queremos averiguar —Brightman se encogió de hombros—. El jek Shamar Ne Hommir insiste en decir que con tortura les sacaremos la verdad. Sin embargo, yo los he convencido, tanto a él como al sabio maestro Murer, que ustedes son inocentes. Su único crimen es ignorar la historia y cultura de un mundo diferente que les es ajeno. ¡Ja, ja, ja!
            —Entonces, ¿usted nos cree? —Lanay expresó su alivió tras oír al Asistente.
            —Yo creo que con su ayuda podremos resolver este misterio.
            —¿A qué se refiere con: “su ayuda”? —sintió curiosidad Genárab.
            —Mañana partirán rumbo a la Sagrada Sede. Es probable que en el Templo Sagrado alguno de los Sabios Maestros Mayores pueda hallar las respuestas que los Sabios de ésta ciudad no podemos ver.
            —Hay algo que me inquieta —intervino repentinamente Maister—. ¿Qué decía el pergamino? ¿Por qué nos aprisionaron tras leerla?
            —Sandeces. Como dije, sólo era una broma de mal gusto —Brightman sonrió con desazón—. Pero, en las últimas líneas ponía:”Ellos provocarán el retorno de Vraknar”.

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