Mini-Prólogo
Hubo un tiempo de valientes héroes, de aventuras y hazañas
increíbles. Historias que se convirtieron en leyendas y se transmitieron de
generación en generación, alimentando las fantasías de niños y los corazones de
jóvenes aventureros.
De aquellos tiempos, sólo quedan
las leyendas. El presente es muy diferente.
Tras siglos de guerras originadas
por la codicia de necios gobernantes y disputas ideológicas que buscaban
solución en la violencia, los reinos más grandes y poderosos del continente
establecieron un acuerdo que garantizaba
protección a las naciones más
pequeñas ante cualquier intento de invasión o amenaza que atentara contra la
paz. Porque si una nueva guerra ha de ocurrir todos se verían involucrados. El
temor a ello, es sin dudas, el único punto en común a todos.
Con la firma del Tratado de
Golath, la oportunidad de tiempos de paz vio la luz. Una paz forzada, pero paz al fin.
Se originó así una época de
armonía y progreso. Aunque en ocasiones se daban conflictos entre pequeños reinos
y clanes de salvajes, las contiendas eran menores y la diplomacia siempre sería
la mejor forma de solucionarlos.
La estabilidad era la norma.
Acostumbrados a la tranquilidad
diaria con que transcurrían los años, la vida lentamente comenzó a hacerse monótona
y aburrida. No se trataba ya de sobrevivir como en los comienzos del hombre,
sino sólo de vivir. Irónicamente, eso, resulta más difícil.
Las nuevas generaciones crecieron
en tiempos en que las palabras envenenaban el alma y las monedas compraban voluntades.
El sentido de la vida se olvido junto con las leyendas dormidas en las voces de
la historia.
Son tiempos dorados, empañados
por las sombras de grises nubes que obnubilan el pensamiento y disfrazan la
realidad. Pero esas nubes sólo serían el comienzo de la tormenta que se avecinaba…
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