sábado, 19 de mayo de 2012

Relato Breve

Aún no sé bien para que puedo usar este blog. Pero ya que está ocuparé espacio con alguna boludez. A continuación un breve relato experimental:


Esa noche las lágrimas del cielo caían en forma torrencial. Gotas gruesas y heladas se estrellaban contra el duro pavimento de la carretera. Una moto yacía sobre una fina capa de agua que se escurría veloz. Unos metros más allá dos niños que recién comenzaban a transitar su adolescencia tendidos en el suelo. El  mayor, aunque sólo por unos meses, consiguió ponerse en pie con dificultad. Se acercó  a su amigo aún en el suelo.
            —¿Estás bien? —le preguntó
            —Sí… pero me duele un poco el cuello —respondió el que se encontraba caído.
            —¿Contra qué chocamos?
            —No sé. Creo que con un perro.
            —¡Me dijiste que sabías manejar! —le reprochó enojado.
            —Nunca había agarrado una de tanta cilindrada
            —Cuando tu hermano se entere nos va a matar
            —¡Vaya suerte! Si no morimos hoy, nos matan mañana
            —¡No digas boludeces!
            —¿Y la moto?
            —Se hizo bosta.
            Los pequeños comenzaron a reír con dolor acompañando cada carcajada.
            Al día siguiente, Arduino, el menor de los pequeños fue a visitar a su amigo. Luego de ser recibido en la puerta principal, subió por las escaleras hasta la habitación de Baldovino. Abrió la puerta de un sopetón.
            —¡A levantarse! ¡No podés pasar toda tu vida en la cama! —gritó, lleno de energía.
            —¡No me rompás los huevos! —Contestó Baldovino con una voz casi inaudible—. Me duele todo. Apenas puedo mantenerme despierto.
            —¡Vamos boludo, levantáte! Ya dormiste demasiado
            —¿De qué hablás? —Le cuestionó sorprendido
            —¡Dale! ¡Pone la play y juguemos un rato! —Mientras lo golpeaba suavemente con una almohada— ¿O querés que le afanemos la moto a tu hermano otra vez?
            —¡No! Eso no lo vuelvo a hacer nunca más —se lamentó
            —¿Te dijeron algo?
            —Mis padres me cagaron a pedos —contestó con tristeza—. Mi hermano se fue de viaje, así que aún no se entera.
            —¡Vamos! ¡Cambiá esa cara! —Intentó animarlo— ¿Tenés miedo que te golee? —le preguntó con risa burlona
            —No me hagás reír —respondió, mientras se forzaba a sonreír—. Ni con el pechofrío de Messí me podés ganar. Román es mil veces mejor —agregó, con una sonrisa más natural, sabiendo que su broma era una mentira difícil de creer.
            —¿El pastoso ese? —Le cuestionó Arduino con fingida sorpresa, y volviendo a su tono burlón, añadió—: Si no mueve un pie si pedirle permiso a su mamá.
Los niños comenzaron a reír nuevamente y el tiempo transcurrió rápidamente sin que lo hayan notado.
            —¡Volveré a despertarte mañana! —Le prometió mientras lo saludaba, luego Arduino se marchó.
            A la noche siguiente, Baldovino somnoliento en su cama, oyó el sonido del timbre y supo inmediatamente que se trataba de su amigo. Durante los últimos seis días consecutivos el ritual de visita se repitió sin excepciones.
            —¿Todavía en la cama? ¡Vamos levantáte de una vez!
            —¡No vengas a decirme que ponga de nuevo la play! —Gritó Baldovino sentándose en la cama.
            —¿Por qué no? —Arduino se sorprendió.
            —Porque siento que hacemos lo mismo todos los días —respondió llevándose las manos a la cabeza, como tratando de evitar que su cabeza estallara—. Siento que es lo único que hacemos. Casi ni recuerdo que otras cosas hago durante el día.
            —¿Pero no es lo que hacemos siempre? —Arduino comenzó a reírse ¿No es lo que hacíamos la noche que se te ocurrió sacar la moto de tu hermano para dar un par de vueltas por ahí?
            —¡Pero eso fue una boludez! Ya te dije que no lo voy a volver a hacer —contestó furioso—. Además tengo mucho sueño —agregó recostándose en su cama.
            —¿Te estás durmiendo otra vez? ¡Te dije que no podés dormir todo el día! —le gritó enfurecido Arduino, pero Baldovino estaba muy cansado y apenas podía oír su voz.
            Arduino gritaba cada vez más fuerte tratando de mantener despierto a su amigo. Baldovino podía ver a su amigo mover los labios, pero no entendía lo que oía, la voz de su amigo se convertía en un sonido sin palabras y cada vez más distante. Luego sus párpados comenzaron a pesarle y le costaba mantener los ojos abiertos. Con cada parpadeo, la figura de su amigo se volvá más borrosa. No pudo soportar más el peso de sus Parpados y sus ojos finalmente se cerraron.
            Dormía profundamente. Una voz suave y llena de tristeza interrumpió su sueño súbitamente: “¿Arduino?”, se preguntó. Su respuesta llegó al oír nuevamente la voz que lo llamaba. No era Arduino, sino una voz de mujer, que no podía escuchar con claridad. Pero supo de quien se trataba cuando oyó a la mujer de la voz triste decir:
            —Bal, despertáte, ¡Por favor! —Bal es como lo llama su madre. Sólo ella lo llama así.
            Abrió los ojos lentamente. Sus párpados aún le pesaban.
            —¿Mamá? —Preguntó—. ¿Dónde estoy? ¿Qué pasó?
            —¡Hijo! —Exclamó la madre emocionada—. ¡Gracias a Dios! —La mujer abrazó a su hijo con fuerza y le besó su frente repetidamente
            Balduino estaba confundido y débil. Se sentía demasiado agotado y sin fuerzas. Esforzándose por pronunciar palabra, preguntó:
            —¿Qué ocurre? ¿Dónde estoy?
            —En el hospital —Respondió su madre con lágrimas recorriéndole el rostro—. Estás acá desde la noche del accidente —tomó las manos de su hijo y las sujetó fuertemente, como queriendo evitar que se alejara de su lado nuevamente—. Llevás acá 10 días — sus ojos le ardían por las lagrimas, pero ni aún así apartó la vista de su pequeño. Añadió con voz entrecortada—: Estuviste en coma hasta recién.
            Baldovino no podía creer lo que oía. Recordó a su amigo y con temor pregunto:
            —¿Y Arduino?
            Su madre le sujetó las manos con mayor fuerza aún. Miró un momento al suelo. Levanto la vista buscando el rostro de su desorientado hijo, y tratando de no romper en llanto, finalmente respondió:
            —Él… falleció.

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